Las decisiones que tomamos son como una
canción que se repite dentro de nuestras cabezas una y otra vez sin descanso,
muchas veces nos arriesgamos sin pensar en lo que podría pasar más adelante.
Sé muy bien de que existe un dicho que
dice “el que no se arriesga no cruza el río” pero realmente cruzar el río nos
llevará a una buena decisión?
Lamentablemente las decisiones
del ayer conforman el futuro, los minutos no son más que la abundancia o la
carencia de una decisión mal o bien tomada en el ayer. De vez en cuando las
cosas llegan por montones y la vida no se detiene para dejarte pensar y los
instintos pueden engañarnos haciéndonos pensar de que el mejor compañero de
viaje es el impuso y no la templanza de la tranquila exhalación.
Muchas veces mis propios
impulsos me han hecho estar a las puertas de lo desconocido, y en ese momento
se crea una delgada línea que separa el mañana del hoy pero realmente estamos
seguros de que si atravesamos esa línea el mañana será mejor que el hoy.
Realmente lo que estamos a
punto de atravesar vale la pena? Vale por el futuro pulgar el alma, porque no
hay condena más amarga que cargar con los resentimientos y las culpas de una
mala decisión, que se aferran a nosotros como un moribundo se aferra a la vida.
Mi profesor de “Creatividad”
dice siempre en clases que hay que probar cosas nuevas y pagar las
consecuencias, pero el precio puede ser muy alto ya que una decisión toma no
solo nos involucra a nosotros como seres únicos, sino que engloba a una red
social de familiares, amigos y otros a los cuales de manera directa o indirecta
podría afectar.
Es increíble pensar de que esto pueda ser
posible pero si lo llevamos a un nivel más micro y pensamos que el día de hoy tenías
que comprar el pan para la once y no lo compras la familia entera se
quedara sin pan, quizás sea un ejemplo vano pero todos estamos dentro de esta
cadena que se origina en las entrañas de lo intangible.
Decisiones, aciertos y
consecuencias, cada paso que damos conlleva una repuesta positiva, quizás a
veces es bueno arriesgarse o pensarlo dos veces, el dilema es complejo, la
batalla se desata dentro de cada uno día a día, el aprendizaje nos es sencillo.
Solo al final de la vida se pondrán en la balanza las penas y alegrías y
llegaremos a una conclusión, finalmente sabremos si el dolor en el corazón
valió la pena o el martirio será el ferviente deseo da cambiar lo que ya está
hecho.