No suelo dejar que la
gente me vea despeinado al despertar por la mañana y cuando lo dejo
ser, es porque no me da miedo ser, ser simplemente yo, alguien con fantasmas y
demonios, destellos de oscuridad y de luz, castillos de cristal y prados
verdes. Todo mezclado en la infinita inmensidad de un momento. Pero que es un
momento si no un fragmento que se diluye en la conciencia de un ciclo
de tiempo mucho más grande. Los cuales sin saberlo se mueven y se redirigen a
un océano mayor, al cual en su conjunto es llamado vida.
Si pudiera describir la
infinita mañana del azar en donde las probabilidades de un momento
que nace desde el infinito desconocido, abriéndonos la puerta de tomarlo o no,
si por un momento nos permitiéramos envolvernos en el calor de las estrellas
que yacen en el firmamento de tu alma. Si por un momento nos sumergiéramos en
el olvido de una mente sin dogmas y me permito sumergirme en la calidez de un
fragmento de inconsciencia donde el paraíso se resume a eso, a un momento.
Que tibia se siente tu
alma que persigue la mía como corriendo en sueños, donde todo es perfecto por
un momento, que cálida es la luz que rodea tu alma atardecida por la oscuridad
de tus pensamientos nocturnos, la divina oscuridad amante de tus pecados y que
aviva el fuego tras la sonrisa que invita a perder la calma.
Y aún en el final, la
historia no llega a su fin por que aún hay historias que contar, que se resbalan
por las hebras de mis cabellos al despertar, porque al despertar aún no oculto
mis inseguridades tras el gel para cabello, tras la botella de perfume. Y
si por un solo momento me dejo llevar y ves ese resplandor puro y honesto en
mí, es que compartimos un momento en la infinita eternidad de un instante
fragmentado en el tiempo.