Cris engel

Cris engel

martes, 18 de diciembre de 2018

Amor Perruno

En la vida he  podido conocer distintos tipos de amor, pero ninguno tan honesto como el amor de un perro, que infinita capacidad de amor incondicional, que felicidad más cálida se siente al verles el corazón lleno de gozo por el mínimo hecho de  verte llegar cada día.

Jamás pensé que podría llegar a aprender tanto de un animal, si  bien los seres humanos somos animales con una capacidad de raciocinio mayor, a veces me pregunto quién es la bestia en verdad.

El amor es condicional, es sometido a juicio y depende de lo que demos será lo que recibiremos, no se entrega de  manera libre, por el solo hecho de dar amor, si este no es retribuido de la misma forma tarde o temprano será anulado.

Así el amor incondicional se me ha hecho tan distante, no lo he encontrado en los brazos de mi propia sangre, en las caricias de una pareja o en la mirada de un amigo. El único sitio donde encontré tal amor fue en la mirada desinteresada de mis perros, que lugar tan inusual para encontrar el amor, siempre creí que tal rasgo lo encontraría en un igual pero quizás ni en mí se encuentra tal virtud.

Cada vez que miro en sus ojos veo el reflejo de un amor limpio y cristalino, colmado de aceptación y de un amor incondicional que no se condiciona a mí actuar o al cambio de luna mensual, ellos me dan amor por que están hechos de esa virtud y no conocen el no amar. Ellos son amor, amor puro, amor que sana, amor que acompaña, amor que nutre y amor que inspira.

El día que ya no pueda compartir con ellos un instante, una mirada, un roce entre su corazón y el mío será como si al cielo le hubieran quitado todas las estrellas, mi corazón latirá pero se ahogará en una agonía como pocas he sentido.

Quisiera poder llevarme hasta el último de mis días lo que sus corazones saben, lo que me enseñan día a día.

La bestia dentro del hombre


De un lado a otro camina como una bestia enjaulada, preso de su propia mente, con sus pensamientos confusos sin control. Se esconde dentro de sí mientras que con ademanes aleja al mundo creando tormentas sociales que lo alejan del todo.

Es prisionero del silencio, silencio que solo se quiebra por el dolor de la perdida que incrementa el ardor que le quema los huesos, pero que no derrite su centro para dejarlo escapar de su prisión de carne que lo ata a este mundo fugaz.

Es atormentado por sus pensamientos, como espinas en el alma, rasgando día tras día aquel frágil fragmento de su ser, ese ser vulnerable, lo más distinto y antagonista a esa fría forma de ser, ese trozo de palpitante emoción que se niega a ser devorado por la bestia en él.

Sus colores son semilla de lecciones mostradas por los actos, por un ángel que lo amó y que lo encontró aun en sus laberintos más profundos, donde sin importar el espesor de la noche brillaba como mil estrellas. 

Esa hebra, ese tierno y cálido recuerdo que lo hace sufrir, porque es la parte que no puede congelar, porque es la emoción que no puede fingir, es la emoción que lo hace humano y lo aleja de la  bestia que pretende ser.

Y así mi bestia ruge tan fuerte como puede deseando el agónico final que no llega, intentando liberarse de las cadenas que lo atan al dolor, sin saber que la belleza del dolor equivale a la belleza del tiempo junto a su flor, a los retoños que crecen en él como símbolo de perpetuidad y continuidad, de un paso que dejo una huella que vive más allá del tiempo aunque el caminante allá partido a otras tierras, tierras donde el cuerpo no puede habitar y solo el alma puede alcanzar.

La vida es poesía, la vida son momentos que compartimos en un océano de tiempo infinito que se reduce en un recuerdo, a una lección, algo que por más que duela y haga sangrar al alma, vale cada gota que surja de ella y es lo que separa al hombre de la bestia.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Atardeceres Escondidos



No es fácil escribir sobre lo que nos duele, así que voy a la cocina, me preparo un mojito  e intento escribir. La vida es como un mojito, agridulce, llena de cosas que pueden ser mil cosas y a la misma vez nada, suave a causa del azúcar pero fuerte y embriagante por el vodka en él.

La vida es un constante amanecer que en un punto u otro decae transformándose en un atardecer escondido, creemos verlos a simple vista pero el sol a veces se atenúa en nuestras caras y ni cuenta nos damos. A veces siento ese mismo atardecer en mi piel a causa de las cosas que lastiman mi autoestima.

Supongo que siempre soñé con esa persona con la cual lo compartiría todo y seriamos uno contra el mundo hasta que la vida se llevará nuestras fuerzas para despedirnos de ella con una sonrisa.

Pero qué pasa cuando las cosas no son lo que soñábamos, sé que la realidad es difícil, pero es triste ver como quien juraba estar ahí por siempre y que yo sería lo más grande en el mundo comienza a ver a otros hombres, les escribe en las sombras pensando que yo jamás sabré, sin saber que mis ojos se hicieron para ver lo quiera o no.

Es triste como alguien que ni siquiera conoces se burla en tu cara y te dice que a tu pololo le gustan peludos y que no puede mostrarte las conversaciones porque se lo prometió, pero que mejor te veas las cartas (ya que soy tarotista) que mal es que de pronto aparezca alguien y te diga que “no te vean la cara” o que un tipo le mande a tu pololo un pantallazo de una conversación en la cual él le escribe que donde está y el otro responde para que y él le ponga para follar, es triste que cada cierto tiempo encuentres algo, quizás por las heridas que deja en uno, en el autoestima y en el no poder hallarte al verte al espejo y pensar que a quien tú quieres necesita otros porque simplemente tú no eres suficiente.

Supongo que lo que más me molesta es la  falta de honestidad, ya que al conocerme me juro una lealtad que se disolvió en el silencio de una herida que arde sin cesar, de esas que estrujan la mente y la carcomen día a día, que matan la confianza y sacan lo peor de uno, la inseguridad se sienta y da tonadas en el reloj de un futuro, donde quien hace no ve lo que ha hecho, no recoge el peso y sobre todo no dimensiona porque se envuelve en escusas de verdades a medias y de omisiones sin sentido.

Como me dijo un buen amigo, cuando no hay patrañas no encuentras nada porque no se le da  lugar a nada.

Y así se coleccionan los atardeceres escondidos, llenos de sol pero rodeados por una larga y profunda noche, de las cosas que no hablamos, pero que están ahí en el medio creando su propio ecosistema. De los mojitos que se vuelven habituales intentando ver el mundo desde dentro del mismo, en donde nadan mis pensamientos, intentando apartar la oscuridad de las profundidades de la mente, de donde duele el silencio y la verdad se calla.

Así revuelvo el tiempo con una pajilla,  he intento mesclar los elementos y crear una verdad alternativa, de esas de supermercado, de las que no duelen porque son artificiales y llenas de colorantes, las cuales me alejan de mis atardeceres escondidos.