El paso de los años puede pasar
de muchas formas, a veces se posa en nuestra piel atenuando el cansancio de
nuestro recorrido a través de esta vida, otras veces nos deja miedos que no son
posible de ver a simple vista, pero si en nuestra alma. Como no mirar atrás y
ver con nostalgia los años ya pasados, donde corríamos creyendo ser inmortales,
fecundos por la vida que brotaba de nuestros sueños.
Es difícil notar que los años
llegan mucho más rápidos de lo que creemos y de manera silenciosa causan
destrozos en niveles que jamás imaginamos. Nuestra propia seguridad ya no es la
misma y nuestro cuerpo ya no soporta lo que solía soportar.
Hoy abrí los ojos y vi a través
de los ojos del tiempo, sus ojos mostraban el cansancio de la vida, pero su
sonrisa aun mostraba ingenuidad y fe, aunque podía sentir la soledad de su
alma, sus alas lastimadas le impedían volar.
Intento dar un paso, pero sus
miedos lo sostenían al suelo, intento hablar, pero una pena negra le tapaba la
boca. Busque en su interior caminos para llegar a su corazón y conocer que
había en él. Al principio fue difícil encontrar un camino a través del mar de
su mente así que decidí saltar a lo turbulento de su ser y mientras caía un
soplo de fe que se niega a morir me condujo hasta su corazón.
Al llegar lo vi aferrado a un
sueño que mantenía su espíritu vivo, rodeado por un prado de esperanza, sostuve
sus manos y sentí sus miedos, miré en sus ojos y vi las huellas que dejó al
pasar, le sonreí, nos abrazamos y se dejó caer junto a mí.
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