Que
sensación quiebra el tiempo y lo detiene por
un instante, alejando el mundo y su condicionamiento por un fragmento de
tiempo en el que la vida se ve en retrospectiva y todo parece ser parte de un rompecabezas
inconcluso.
Que
poco piadosos son los pasos que la vida nos hace dar para enseñarnos el valor
de las cosas, que extraños son los caminos que caminamos a diario, enredándonos
entre sus vueltas y pasajes llenos de acertijos que conducen a una sola verdad.
Que
palpable es el miedo a recoger la negra noche del alma, pero más lo parece ser
una vida sin las estrellas que se revelan en el firmamento de algo que es uno
en un millón. Caminos secretos se abren en el eterno resplandor de una
conciencia que oscila por momentos abandonados en el azar de la vida y sus consecuencias.
Cuentos
e historias incompletas, creadas para confundir al lector sin saber cuál es el
principio, si la historia no pareciera haber tenido ni principio ni final. Y aún
hay hebras que no se cortan por mucho que se enreden en los pensamientos de una
mente confusa o en las manos de quienes las sostienen.
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